Manuel Ruiz de Huidobro y Alzurena nació en Santa María de Mave (Palencia) en
1910. Era un joven moreno, de estatura madiana, delgado y con gafas redondas;
destacaba su amplia frente que, en combinación con sus gafas, le otorgaba un
decidido aire intelectual. En febrero de 1932 ingresó como soldado en el Cuerpo
de Ingenieros para cumplir su servicio militar, alcanzando durante en su
estancia los empleos de cabo y sargento de complemento en el Regimiento de
Zapadores Minadores Número 1, licenciándose en noviembre de ese mismo
año.
Al declararse la Guerra Civil se presentó como falangista
voluntario en las Milicias de 1ª Línea de La Falange Española de Valladolid,
tomando parte en diversas operaciones en dicha capital, así como en la de
Palencia.
En el mes de septiembre fue destinado con el empleo de sargento
de complemento al Regimiento de La Victoria, en el Frente de Ávila, siendo
propuesto por dos veces para la concesión de la Medalla Militar Individual y
citado como "Distinguido".
Por orden del 4 de octubre de 1937, se
le concedería la Medalla Militar Individual, por los siguientes
méritos:
"En el Alto del León, al que marchó voluntario, se distinguió, y
muy especialmente, por su comportamiento al rechazar un contraataque que el
enemigo efectuó sobre los Altos de Cartagena en la madrugada del 19 de octubre,
luchando con singular bravura y animando a la fuerza a sus órdenes, lo que
contribuyó en buena parte a sembrar el desconcierto entre los contrarios, a los
que puso en franca huida, después de haberles ocasionado muchos muertos, entre
los que se encontraba el cabecilla marxista Carlos, que mandaba a los
asaltantes".
En enero de 1937 fue designado alumno de la Academia de
Alféreces Provisionales de Infantería de Burgos, empleo al que fue promovido dos
meses después, pasando a la Agrupación "A" del Batallón de Cazadores de
Melilla, con la que tomó parte en operaciones de los frentes de la Marañosa,
Jarama, Vaciamadrid, Seseña, Cuesta de la Reina, Brunete y otros, resultando
herido en Villafranca del Castillo, pasando en el mes de diciembre a Toledo para
seguir el curso de teniente provisional.
En enero de 1938 alcanzó el
empleo de teniente provisional y pasó a servir en el Batallón núm. 254 de
Cazadores de Ceuta, con el que prestó servicios de campaña en los sectores de
Carabanchel Bajo y Barrio de Terol y a partir de junio en los Frentes del Sector
de Extremadura. En agosto cayó herido durante la ejecución de un golpe de mano
en el sector de la Cuesta de las Perdices.
En 1939 fue trasladado al
Regimiento de Toledo, guarneciendo con su compañía las posiciones del vértice
Cumbre, en el sector de Las Rozas. En febrero asistió en Tauima al curso para el
ascenso a capitán provisional, empleo al que fue ascendido tres meses después,
incorporándose al Regimiento de Toledo.
Terminada la contienda, se le
concedió la Medalla de la Campaña, una Cruz roja al Mérito Militar, una Cruz
resultando en mayo de 1939 ascendido el empleo de capitán provisional.
En enero de 1940 pasó a la Academia de Transformación de Guadalajara, siendo en julio del año siguiente ascendido a teniente profesional, conservando el empleo de capitán en la Escala de Complemento, pasando a servir en el Regimiento Número 1. Estaba casado con Isabel Rodríguez Ferrera y Castro.
En abril de 1942 causó alta en la División Española de Voluntarios, siendo destinado al Regimiento Número 262 y ascendiendo en ese mismo mes a capitán. En 1943 fue recompensado con la Cruz de Hierro de 2ª clase, por sus muchos méritos militares.
En la jornada de Krasny Bor cubría, con su compañía
_constituida por 120 hombres_, un frente de unos dos kilómetros, cuando uno de
sus oficiales le informó que en un bosque inmediato a la posición se habían oído
ciertos ruidos, producidos, al parecer, por movimientos de carros de combate,
informe cuya veracidad corroboró el capitán Huidobro seguidamente.
Iniciada por el enemigo, al poco tiempo, una intensa preparación artillera, se
trasladó al observatorio de su compañía, en el que situó como reserva móvil diez
hombres de la unidad antitanques, recorrió la posición alentando a sus soldados
y les recomendó que permaneciesen tendidos en el fondo de las trincheras
mientras continuase el fuego artillero del contrario, en espera de sus órdenes.
Se dirigió después al observatorio de antitanques, y al comprobar la presencia
de fuertes contingentes enemigos en el citado bosque, estableció allí su puesto
de mando, instalando el equipo de radio. En estos comienzos del ataque, comunicó
a su jefe de batallón que no había más novedad en la posición a su cargo.
Más tarde, al observar que las fuerzas enemigas iban extendiéndose y avanzando
entre los árboles, comunicó por radio el siguiente parte:
"El enemigo
ataca en grandes masas. Barrera de artillería delante de la posición y sobre el
bosque"
Este primer ataque fue rechazado brillantemente, con nutrido
fuego de fusilería y armas automáticas. Un nuevo ataque, ejecutado con mayor
intensidad, fue rechazado de igual modo, pero en el tercer asalto, apoyados por
lanzallamas, consiguió el enemigo rebasar la linde del bosque, sin que por ello
decayese un momento el elevado espíritu del capitán Huidobro, quien transmitió
al jefe de su batallón otro mensaje en términos idénticos al precedente.
Salió luego del observatorio y, con extraordinaria serenidad, recorrió sus
puestos, animó a la tropa con su propio ejemplo, arengándola enérgicamente y
reunió en torno suyo a algunos soldados de una compañía contigua que había sido
arrollada casi por completo tras el fuerte ataque del adversario, que avanzaba
ya por el flanco derecho de la posición.
Ante el desconcierto del pequeño
grupo en retirada y la amenaza que suponía el haber quedado al descubierto uno
de sus flancos, redobló su esfuerzo para organizar defensivamente el nuevo
frente y, siendo como siempre, el primero en dar ejemplo, se subió encima de la
trinchera, a pesar del intensísimo fuego del enemigo para, desde allí ordenar el
despliegue necesario.
Los soldados, comprendiendo lo indispensable que en
aquellos momentos les era su capitán, le instaban a que bajase de la trinchera,
pero él continuaba en el sitio elegido para dirigir su tenaz defensa,
electrizando a su gente con frases patriótica y de aliento, tales como:
"¡Somos españoles! ¡Esto no es nada! ... ¡No van a pasar! ..." y
transmitiendo con frecuencia su estoico mensaje:
"El enemigo ataca en
grandes masas. Barrera de artillería delante de la posición"
Así
continuó largo tiempo, con evidente desprecio de su vida, hasta que, necesitados
de su liderazgo, sus soldados le instaron para que abandonase lo alto de la
trinchera, e incluso el alférez Duque, de la unidad antitanques, se subirá al
parapeto para ello, logrando que el capitán baje al fin, tras mutuo forcejeo y
empujones.
Inmediatamente se cubre el flanco y establecen los dos
frentes cubriendo la rotura de la línea, mandando que ocupara el teniente Borque
unas ruinas situadas frente al búnker de mando. No dejó un sólo momento de
alentar a la gente, recorriendo las posiciones y recomendando el ahorro de
municiones, para lo cual llegó a prohibir se disparase más que sobre blanco
seguro. En estas condiciones rechazó dos veces al enemigo y en un tercer ataque,
al Oeste de la posición, por el bosquecillo que lo limitaba, éste sintió cinco
hombres armados de lanzallamas junto a un tanque destruido.
Desde la
trinchera prosiguió la dirección de su admirable defensa, cada vez más difícil
pues el enemigo logró desbordar también el flanco izquierdo de las escasas
fuerzas del capitán Huidobro, quien se multiplicaba para atender a todas las
incidencias de la lucha, durante la cual ya se encontraban mezclados sus
soldados con las masas que habían irrumpido en la posición.
El capitán
Huidobro cursó su último parte oficial:
"
El enemigo continúa atacando
en grandes masas; barrera de artillería delante de la posición. Moral elevada.
Sin novedad."
Ante la inmensa superioridad numérica del contrario, con
más del setenta y cinco por ciento de bajas propias, y atacado por tres frentes,
enardeciendo con su decidido arrojo a los pocos hombres que todavía le quedaban,
se lanzó contra un enemigo que no iba a permitir su rendición y recibió un
disparo en el cuello que le produjo la muerte con apenas trentaitrés años.
En 1945 recibiría la Laureada de San Fernando, máxima condecoración militar
española, a título póstumo.
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