jueves, 8 de noviembre de 2012

Etnografía, tradiciones y constumbres de Cantabria

Cantabria pertenece al conjunto de comunidades del norte de España y más concretamente de la costa y cordillera cantábricas, que, pese a las diferencias regionales, forman una unidad cultural, que hunde sus raíces en la época prerromana. A este respecto es altamente significativa la conocida frase del geógrafo griego Estrabón, que, escribiendo en el siglo I, dice: «Así viven estos montañeses, que, como dije, son los que habitan el lado septentrional de Iberia, es decir, los Callaicos, los Astures, los Cántabros y hasta los Vascones y el Pirineo, todos los cuales tienen el mismo modo de vivir» (III, 4, 7).
 
No obstante, dentro de todo el conjunto, Cantabria posee una indudable personalidad etnográfica, que la distingue por el este y el oeste de vascos y asturianos, así como naturalmente de los habitantes de la Tierra de Campos por el sur. A su vez, para comprender más a fondo la estructura cultural de Cantabria es necesario hacer hincapié en la naturaleza de su territorio, dividido en valles, más o menos aislados entre sí. Esto conforma una muy marcada división comarcal interna, imprescindible para poder entender el conjunto de las tradiciones y costumbres regionales.
 
Por lo que se refiere a la habitación, existen en Cantabria dos tipos de poblamiento: el concentrado, formando núcleos de casas en torno a la iglesia, más bien propio de las comarcas centrales y occidentales, y el disperso, que se da preferentemente en la zona oriental y de manera especial en la comarca pasiega, es decir, en las cabeceras del Pas y del Miera. Quizás una de las peculiaridades de nuestra región sea su característico modelo de vivienda, muy definido, con tejado a dos aguas y fachada principal en una de las caídas. En ella es muy frecuente la solana o balcón corrido, amparado bajo el alero, ambos de madera, adornados de espléndidas tallas. Este modelo, que tiene variantes, ha dado origen a la típica ‘casona montañesa’, uno de cuyos elementos es la portalada, por lo general timbrada con escudo de armas, la cual da acceso a la corralada. Pero existen también otros modelos de casa en determinadas comarcas, siendo característica y singular la llamada ‘cabaña pasiega’, con la fachada principal en el hastial.
 
Respecto a los complejos agrícola, pastoril, recolector, marinero y artesanal, existen igualmente numerosas perculiaridades propias de la región, aunque en líneas generales sus formas no difieren en exceso de lo que es común a las otras regiones del norte. Cabe señalar como muy característico un modelo peculiar de carro chillón, con su yugo típico, así como el empleo de la basna. Sobresale esta región cántabra también por la maestría de sus artesanos en el tallado de objetos y aperos de labranza, realizado frecuentemente con un verdadero gusto artístico, como, por ejemplo, en el caso de las albarcas y de las colodras.
 
En la cultura no material (espiritual) es quizá donde especialmente destaca la singularidad de Cantabria. Además de creencias, mitos y supersticiones propias, hay que notar la amplia diversificación de la rica literatura oral, con cuentos, leyendas, romances, trovas, refranes, adivinanzas y oraciones. Pero, sobre todo, cabe señalar el mundo de la música en todas sus variadas formas: cantos de cuna, canciones infantiles, cantares de ronda, tonadas, picayos, marzas, etc., muchas de las cuales van acompañadas de bailes y danzas, destacando en aquéllos las modalidades ‘a lo alto’ y ‘a lo bajo’, y entre éstas la famosa ‘Baila de Ibio’.
 
Es inútil intentar resumir en tan pocas líneas un tema tan amplio. Queden siquiera aquí estas alusiones a lo más característico de la etnografía y folclore de Cantabria, y la recomendación al lector para que acuda a la extensa bibliografía afortunadamente existente al respecto.
 
 Joaquín González Echegaray, historiador.

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