martes, 2 de octubre de 2012

Una mujer irrepetible: Concha Espina

María de la Concepción Jesusa Basilisa Rodríguez-Espina García, más conocida como Concha Espina nació en Santander el 15 de abril de 1869 del matrimonio formado entre Víctor Rodríguez Espina y Ascensión García. Séptima de diez hermanos, a los trece años comenzó a escribir versos aunque muy pronto abandonaría la poesía por la prosa. El 14 de mayo de 1888 publicó por primera vez en El Atlántico de Santander, unos versos usando el anagrama Ana Coe Snichp. Fue una niña autodidacta, de fuerte personalidad y con una gran fluidez de lenguaje. Concha Espina vivió como quiso, escribió a su manera y se convirtió en una de las figuras más interesantes de nuestra literatura.  Fue una mujer peculiar que nunca quiso seguir los dictados de una sociedad que le quedaba pequeña. Por eso se hizo falangista. Sus fuertes convicciones católicas le hicieron condenar el feminismo y afiliarse a la Sección Femenina de Falange, desde donde luchó por la verdadera mujer. Al cumplir los veinticuatro años se casa con Ramón de la Serna y Cueto con quien marcha a vivir a Chile. Allí nacerán sus hijos Ramón y Víctor. De nuevo en Mazcuerras nacerá José, Josefina y Luis.
 
Las desavenencias sentimentales y económicas marcaron el fracaso de un matrimonio que había comenzado como una bonita historia de amor. Se separó de su marido y eliminó el negro de su vestuario eligiendo colores entre el blanco y el malva a pesar de que las mujeres separadas debían ir de luto en su tiempo, cuidó personalmente de sus hijos, viajó por todo el mundo, leyó muchísimo y, sobre todo, escribió sin pausa. Escritora ilustrada y una de las mentes más preclaras de la literatura española de la primera mitad del siglo XX, celebraba los viernes un salón literario en la calle Goya de Madrid, donde asistían personajes de la alta burguesía e intelectuales.
 
Concha Espina ya había empezado a escribir crónicas periodísticas en su estancia en América y cuando volvió continuó esta labor en otros periódicos de Madrid y provincias: La Atalaya, El Cantábrico, La Libertad, La Nación, El diario montañés... Alterna los artículos con la novela y obtiene el primer éxito con La niña de Luzmela a la que habrán de seguirle La esfinge maragata, El metal de los muertos, Altar mayor, Un valle en el mar, etc. Casi de inmediato empiezan a otorgarle importantes premios y honores, destacando: en 1914 y en 1924 recibió premios de la Real Academia Española por La Esfinge Maragata y Tierras del Aquilón respectivamente. Además, en este último año, fue nombrada hija predilecta de Santander, erigiéndose a tal efecto en 1927 un monumento diseñado por Victorio Macho e inaugurado por Alfonso XIII, que también le otorgó la Orden de las Damas Nobles de María-Luisa. Ese mismo año le fue concedido el Premio Nacional de Literatura por su obra Altar Mayor. Asimismo, llegó a ser candidata en tres ocasiones consecutivas al Premio Nóbel de Literatura (1926, 1927 y 1928). El primer año perdió por un solo voto y el galardón lo recibió la italiana Grazia Deledda.
 
Mantuvo una actitud crítica frente al deterioro de España por una serie de monarcas a los que ella consideraba incapaces de gobernar, por eso y a pesar de que no comulgara con las ideas de izquierdas, saludó la llegada de la República con entusiasmo aunque muy pronto abrazó la causa falangista. Los últimos quince años de su vida estuvieron marcados por una ceguera que, sin embargo, no le impidió seguir escribiendo. Lo hacía a mano ayudada por un extraño artilugio de madera que le servía como guía y con la ayuda de una familia numerosa que estuvo a su lado en todo momento. Escribió varias novelas sobre la Guerra Civil y la represión roja. Fue prisionera del bando rojo. En Retaguardia cuenta los horribles asesinatos cometidos por los milicianos en el Cabo Mayor de Santander y otras importantes historias. También hay que destacar: Esclavitud y Libertad. Diario de una prisionera, La carpeta gris, Las alas invencibles. Novela de amores, de aviación y de Libertad, Reconquista, Cazadoras de sueños, Luna roja: novelas de la revolución y Princesas del martirio. En 1948, el pueblo de Mazcuerras adoptó oficialmente el nombre de Luzmela, en honor al personaje de su novela, cuando se celebró allí en su casa la ceremonia de imposición de la banda de Alfonso X El Sabio.
 
El 8 de febrero de 1950 recibió la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo. Murió el 19 de mayo de 1955 y sus restos reposan en el cementerio de la Almudena de Madrid. Deliberadamente se oculta, en nuestros días, su condición de falangista y el amor hacia su patria.

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