jueves, 21 de junio de 2012

Lucharon y vencieron

Se cumplen 800 años de la decisiva batalla de Las Navas de Tolosa. Es una efeméride providencial que uno tiene la sensación de que se quiere hacer pasar desapercibida. Y la cuestión es por qué.

La importancia de Las Navas de Tolosa no puede ser minimizada. Es una de las grandes batallas de la historia de la Humanidad por su épica y sus consecuencias. Al nivel de las Termópilas, Waterloo o el desembarco de Normandía y a mucha distancia de la de los cuernos de Hattin. El imperio almohade formó la más grande coalición del islam después de las grandes expansiones de los primeros califas y los omeyas. De hecho, los almohades -unicistas, seguidores del alucinado Ibn Tumart- proclamaban que su objetivo era acabar con la Cristiandad toda y tomar Roma para convertirla en la caballeriza de los musulmanes. Unos pocos años antes rechazaron con suficiencia el pedido de ayuda de Saladino para tomar Jerusalén por considerarlo un objetivo menor al lado de sus ambiciosos planes.

Coalición del islam, porque se combatió contra todo el islam. Éramos frontera con el islam, no o no sólo con Al Andalus. Los andalusíes fueron una pequeña minoría en el ejército musulmán, sólo relevante su cuerpo de caballería pesada, muy similar a la superior cristiana. Desde Almanzor, que formó su ejército íntegramente con mercenarios, los andalusíes no formaban de manera fundamental en ningún ejército musulmán. En Las Navas había cábilas del Atlas, gente de las actuales Marruecos, Argelia, Mauritania, Ifriqiya-Túnez, árabes, yemeníes, sirios, los peligrosos jinetes arqueros kurdos -los guzz- capaces de disparar y acertar en plena galopada, y negros sudaneses y senegaleses que formaban la guardia personal de esclavos del califa, del emir de los creyentes, del Miramamolín.

Se luchó contra todo el islam, no contra Al Andalus

No se luchó contra Al Andalus sino contra el islam todo, en pleno poderío. Al Andalus había pasado a ser una cora o provincia del imperio almohade -la huérfana, como la había denominado el Mahdi almohade, Ibn Tumart. Ante la debilidad de las primeras taifas frente al empuje de los reinos cristianos, los andalusíes establecieron que preferían ser camelleros de los musulmanes que porqueros de los cristianos y llamaron en socorro a sus hermanos de fe. Los almohades actuaron como invasores y dominadores.

Eran integristas que consideraron a los andalusíes musulmanes débiles, de segunda, poco menos que takfires o apóstatas, maulas desde luego, de mala sangre musulmana. He rendido homenaje en mi novela “Las Navas de Tolosa” al noble andalusí Ibn Qabdis que fue degollado por los almohades tras la pérdida de Calatrava. Los cronistas almohades culparon a los andalusíes de la desbandada que condujo a la terrible derrota.

Conscientes del carácter decisivo de Las Navas: Cruzada

La importancia decisiva de la batalla, por supuesto estuvo en el ánimo de todos los contendientes; la convicción de estar dirimiendo a espada un litigio ancestral, el destino de dos mundos. Inocencio III declaró Cruzada con las correspondientes indulgencias para la cuarentena. Acudieron tres reyes -Alfonso VIII de Castilla, Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón-, nobles de Portugal y León aún a riesgo de que les confiscaran sus tierras, con lo que estuvieron representadas todas las Españas, y ultramontanos, de toda Europa, bastantes veteranos de la cruzada contra los albigenses, pero también desde Austria, la mayoría de todos los cuales, salvo ciento veinte contados, que combatieron en vanguardia, abandonaron tras la toma de Calatrava. Navarra, bajo el entusiasmo del triunfo providencial, cambió en su escudo de armas su águila negra por los eslabones de hierro, con los que se ataron los esclavos de la guardia personal para defender el palenque, y la gran esmeralda que se encontró en la jaima bermella del Miramamolín.

Las consecuencias fueron de extraordinaria importancia. Se puso fin definitivo a la expansión islámica en el frente occidental. Desde entonces, todo fue retroceso. La frontera saltó por encima de los picachos de Sierra Morena y ya no volvió atrás, abriéndose todo Al Andalus a la reconquista. Desde la batalla de Las Navas a la toma de Granada, con la expulsión definitiva del invasor musulmán allegado merced a la traición del conde don Julián, hay una línea recta con pocos meandros: guerra civiles sucesorias en Castilla y el refuerzo invasor de la marea, menos fuerte que la de los almohades, de los benimerines. Efectos que duraron siglos, cierto, porque entonces la historia marchaba a velocidad de caballo.

Eran hombres de una pieza, con fe y con ánimo de lucha

Me permitiréis que, con veneración, rememore el heroísmo de aquellos hombres de una pieza que lo dejaron todo para, tras recorrer tierras inhóspitas, enfrentarse al sarraceno. Pocos años antes, en 1195, Castilla había sufrido una severa derrota en Alarcos a manos de los almohades. Hubo, pues, de elevarse desde la prostración con gran determinación y energía vital. No esperaron al enemigo sino que se encaminaron decididos a su encuentro, a pesar de la previsible superioridad numérica del adversario. Dieciséis jornadas tardó la hueste de Cristo en recorrer el yermo entre Toledo y la frontera natural de Sierra Morena. Sufrieron hambre y penalidades marchando bajo un sol de justicia. Los ultramontanos, de hecho, abandonaron, sumiendo al ejército en depresión, superada por la llegada de los navarros a Calatrava. Se encontraron ante una Sierra Morena infranqueable. ¿Cómo subir por aquellas empinadas montañas con el enemigo ocupando las crestas? Decidieron seguir hacia una muerte segura. Sólo la aparición de un extraño y desaliñado pastor, informante de un paso seguro, les salvó. El ejército de Cristo lo tuvo, en su desesperación superada, en su fe gruesa, por un enviado del cielo. Contra una abigarrada hueste musulmana, que cuanto menos les doblaba en número, cargaron cuesta arriba, lo cual en los tiempos medios era derrota segura.

Tres reyes cabalgaron hacia la muerte o hacia la gloria

Allí estaban todos entonando el Veni creator de los cruzados. Toda España. Tres reyes cabalgaron el día 16 de julio de 1212 hacia la muerte o hacia la gloria, sin otra disyuntiva. Estuvieron los hombres libres de frontera, las milicias concejiles, sin semejanza en ninguna parte del mundo. Las milicias de Segovia, Ávila y Medina, a caballo, pues caballeros villanos eran, formaron en la costanera derecha bajo el mando del gigante Sancho VII el Fuerte, 2,27 de cuerpo fornido, capaz de utilizar el pesado y letal látigo de guerra, con sus caballeros navarros y los renombrados infantes del Valle del Baztán. Don Diego López de Haro, señor de Bizcaya, con sus bizkaínos en vanguardia, peligroso honor debido a su nombradía como cuna de Castilla. Los nobles, sin reservarse, con sus mesnadas porque nobleza, obliga. Los reinos cristianos, en su guerra divinal, en su apasionada adhesión a la fe, habían generado poderosas autodefensas: las órdenes militares, formadas por campeones, mitad monjes, mitad soldados, que luchaban no sólo contra sus pecados sino también contra los enemigos de Cristo.

En las tierras de Hispania prendieron con fuerza las internacionales, Temple y Hospital, a las que se tuvo en gran aprecio; también germinaron otras autóctonas: Calatrava, Santiago o de la espada -la única que admitía casados y, por ende, familias enteras que la nutrían de levas continuas de guerreros- y Alcántara, que había sido diezmada hasta la extenuación en Alarcos. Los freires piadosos -los templarios entraban en batalla entonando el salmo 2- fueron fundamentales soportando lo más fiero de la acometida sarracena en el centro y resistiendo con coraje y sin desmayo.

La libertad se enfrenta y vence a la sumisión

Permitidme que recree esa escena final de la batalla. Cuando los tres reyes parlamentan a la vista de la determinación de la guardia personal del Miramamolín, cuyos miembros se han enterrado hasta las rodillas y se han atado con pesados eslabones de hierro. Han formado una fortaleza humana mostrando su determinación a morir. Nada más gráfico: se van a enfrentar la libertad y la esclavitud, la dignidad y la sumisión, la Cruz y la media luna.

Algunos por qués. Por qué Castilla hizo esa proeza de ir a buscar al enemigo: no podían permitir que asolaran Castilla generalizando la hambruna. Por qué los musulmanes se mantuvieron a refugio de las montañas. Era una situación privilegiada, pero también tras Alarcos habían demostrado imprevisión logística fracasando en el asedio de Huete. Hambreados, en su retirada a Sevilla regaron el terreno de cadáveres. El ejército musulmán ya había tenido serios problemas de aprovisionamiento antes de cruzar el Estrecho y estuvo a punto de amotinarse en Córdoba. Los invasores almohades depredaron a los andalusíes para resolver la situación. Por qué se fueron los ultramontanos. A las penalidades se unió la falta de botín en Malagón y Calatrava y rompían de continuo la unidad de mando fundamental en una contienda.

Una aportación: El cantar del Mío Cid fue propaganda movilizadora. La copia de Pere Abatt tiene fecha de 1207, vísperas de la gran batalla. Sabemos que el egregio don Rodrigo Ximénez de Rada, arzobispo de Toledo, utilizó en la predicación de la Cruzada no sólo a sacerdotes y frailes sino también a los juglares; no sólo los púlpitos, también las plazas. Se trataba de ofrecer un héroe, un ejemplar a seguir, con gran realismo, alguien capaz de elevarse mediante la proeza y conseguir honores y botín luchando por Cristo.

Los andaluces son descendientes de los ganadores de Las Navas

Un recordatorio: El príncipe Fernando, malogrado heredero de Castilla, alma de la Cruzada, que había raziado Játiva, y que murió de fiebres poco antes de la batalla que él había promovido con tanto ahínco.

Una evidencia: Los actuales andaluces son descendientes de los vencedores de Las Navas de Tolosa y no de los que fueron vencidos. Ya he dicho que los andalusíes fueron exigua minoría en el impresionante ejército musulmán. Pero es que en cada reconquista -sí, reconquista, basta ya de cuestionar lo claro, de negar la realidad- se procuraba la marcha de los sarracenos hacia el otro lado del Estrecho. Cuando San Fernando III tomó Sevilla, la ciudad quedó deshabitada durante tres días. Luego fue repoblada. Conocemos el origen mayoritario de aquellos repobladores: eran gallegos.
Vamos a la cuestión central de por qué se pretende que pase desapercibido el aniversario y por qué es providencial y hemos de esforzarnos que ese designio fracase con estrépito. Dejo al margen esos cuentos chistosos del Al Andalus tolerante y los belicosos cristianos. Córdoba fue siempre un mercado de esclavos y esa era su principal industria: la esclavitud. Cuando los reinos cristianos se fortalecieron y ese flujo se cortó, Al Andalus decayó irremisiblemente. Reitero que se luchó contra el islam. Es una estupidez soberana tildar a Las Navas de Tolosa como guerra civil. Se luchaba, con plena conciencia de ello, contra el invasor y en este caso por partida doble, pues los almohades también habían invadido Al Andalus convirtiéndolo en una cora. Toda la pulsión de la reconquista de todos los reinos se hace bajo la idea gótica de la recuperación del reino de los padres godos.

Se luchó por España y por Cristo y eso no se quiere recordar

No se quiere recordar Las Navas de Tolosa porque allí se luchó por dos conceptos que movían intensamente los corazones de los exitosos combatientes: España y Cristo. El contenido religioso es patente y clamoroso, desde la misma declaración de Cruzada, pero, además, ahí tenemos las vírgenes arzoneras, como la del obispo de Palencia, Tello Tellez de Meneses, la hermosa cruz de don Rodrigo o el emblema del calvario que portaba el canónigo Domingo Pascuale y que atravesó todas las filas sarracenas. Se luchó para que no les impusieran las extrañas costumbres de la maldita secta de Mahoma, como decían. En la batalla murió un obispo al frente de su mesnada, don Juan Maté, obispo de Burgos. Y los maestres de Santiago, Pedro Arias, y el Temple, Gómez Fernández y fue mutilado el de Calatrava.

Se luchó por España. Me sorprende antes de enervarme la compulsiva tendencia a cuestionar esa evidencia. Me remito al espléndido libro “Hechos de España” o Historia gótica, de don Rodrigo Ximénez de Rada, nacido en Puente la Reina (Navarra), tan español, tan patriota, que toma con claridad partido por el arriano Leovigildo contra el católico San Hermenegildo, porque éste mal hijo pretendió declarar independiente la Bética. Lo que describe don Rodrigo es una España que ha perdido su unidad y ha de recuperarla. Años antes, había dado y ganado una batalla eclesiástica que relacionaba con esa unidad de España, que tanto amaba.

Planteó a Roma la diócesis de Tarragona ser considerada primada del reino de Aragón. No le faltaban razones pues aducía ser Tarraco la primera diócesis cristiana desde los tiempos de Roma. Se indignó don Rodrigo, que execraba a los romanos, pues si se retrotraían a aquel tiempo en nombre de qué luchaban contra los agarenos. Exigió que fuera considerada Toledo la única primada de Hispania, por la legitimidad de los godos, y Roma le dio la razón pues el derecho de la sede de los grandes concilios no había prescrito, como se consideraba en la Edad Media, aunque hubiera estado tiempo bajo el dominio del invasor.

Los descendientes de los vencedores, en su decadencia, odian a España y a la Cruz

Se quiere ocultar la conmemoración y minimizar la batallas de Las Navas de Tolosa porque en ésta Hispania lela y decadente, se han degradado tanto las mentes y los espíritus, que se odia por lo que lucharon nuestros ancestros, la Cruz y España. Allí estuvieron el obispo de Barcelona y todos los nobles catalanes y los bizkaínos tan orgullosos de ser los castellanos por excelencia, los españoles, y los navarros, los mejores navarros.

Es, en ese sentido, la efeméride de los ochocientos años providencial, como lo fue la aparición del extraño pastor salvador, pues en esta España que se tambalea, impotente y sin recursos morales, en la que las gentes son llevadas a la indigencia y a la hambruna, en la que son conducidas al matadero y ni tan siquiera balan, en esta España a la que hubiera amado en todo tiempo pero en estos, de tanta ofensa y tan estupidez, me siento llamado a quererla con pasión, porque España y libertad son sinónimos, a la que se trata de destruir, hurtando durante décadas la historia común, la veneración a nuestros héroes, es preciso, es fundamental, es decisivo revitalizar nuestro patriotismo y tomar ejemplo de los hombres de Las Navas de Tolosa, en su capacidad de superación. El amor a España es un vector fundamental para salir de esta crisis que tiene también su fundamento en el odio suicida a la Cruz y al cristianismo, que es el cimiento de la dignidad humana, de la libertad personal, y que no es la raíz de España, sino la raíz, el tronco, las ramas y las hojas de España.

La nueva invasión islámica subvencionada

En esta España decaída, a la que atacan o de la que se avergüenzan sus dirigentes, se sufre, además, una especie de nueva nueva invasión islámica, una islamización, con demografía expansiva, que es promovida y subvencionada por los poderes públicos, mediante la confiscación de los bienes de los españoles autóctonos, a través del monopolio estatal de la violencia. Un proceso coactivo y agresivo. Ahí están los acuerdos preferenciales migratorios de la Generalitat catalana con Marruecos, la entrega gratuita de suelo para construir mezquitas y la ingente cantidad de dinero público que se destina a financiar asociaciones islámicas y a las avanzadillas islamizadoras. Hoy hay ya ciudades y barrios de España que los almohades considerarían como suyas, donde se sentirían tan a gusto como si hubieran ganado en la jornada del 16 de julio de 1212.

Hay que revertir ese proceso. Y la efeméride es la ocasión que se nos ofrece providencialmente, repito, y que no podemos desaprovechar. De nuevo por Hispania se extienden los eslabones de hierro de la esclavitud, de nuevo en el horizonte se dibuja la cimitarra amenazante y humillante de la sumisión y de nuevo es preciso que surjan hombres de frontera, amantes de la libertad, que, desde la admiración agradecida a quienes nos precedieron, vuelvan a sentir imperiosa la campana a rebato y sientan latir con fuerza en sus corazones España y la Cruz.

España, nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Santiago y cierra España.

No hay comentarios:

Publicar un comentario