lunes, 2 de abril de 2012

El Tejo: Árbol sagrado para los cántabros

Esta especie arbórea (taxus baccata), pasaría quizá desapercibida entre las demás existentes en la P. Ibérica si no fuera por las noticias que sobre ella nos han transmitido los autores antiguos, entre ellos Silio Itálico (Punica, III, 326-331), quien al referirse a los cántabros que figuran en la expedición de Anibal y citar sus costumbres, relata:

“Cantaber ante omnes hiemisque, aestusque, famisque invictus palmamque ex omni ferre labore. Mirus amor populo; cum pigra incanuit aetas, imbelles iam dudum annos pervetere taxo. Nec vitam sine Marte pati, quippe omnis in armis lucis causa sita et damnatum vivere paci”

“El cántabro, invencible ante el frío, el calor y el hambre, se lleva antes que nadie la palma en toda clase de trabajos. ¡Admirable amor a su pueblo!: cuando la inútil edad senil comienza a encanecerle, pone fin a sus años, ya no aptos para la guerra, envenenándose con el tejo. Para él es imposible vivir sin la guerra, pues toda la razón de su vida la pone en las armas, considerando un castigo vivir para la paz”[1].

El mismo sistema, envenenamiento por la ingesta de hojas de tejo, era seguido en caso de sucumbir en la lucha su jefe, entregándose todos los guerreros en la contienda hasta morir; y para sacrificar a los ancianos no aptos para empuñar las armas.

Esta última costumbre puede, a ojos de nuestra sociedad, y ya lo era a los de la romana, parecer cruel, pero hemos visto en palabras del poeta que los cántabros no concebían la vida sin la guerra, y por otro lado, los ancianos de edad avanzada representaban una carga para el resto de su sociedad a la hora de desplazarse de una zona a otra o en épocas de escasez de alimentos. Era pues, un método de control de la población para mantenerla joven y apta para su principal objetivo: el combate.

Entre las cualidades del tejo está el hecho de ser un árbol de crecimiento extremadamente lento y poseer una madera de gran valor, ya que bien tratada es prácticamente imputrescible, motivo por el cual era muy solicitada, entre otros usos para la fabricación de arcos y ballestas, debido a su elasticidad, lo que en algunas zonas le ha llevado casi a su extinción, quedando rastros de su existencia en la toponimia, así como ejemplares aislados en montaña o lugares habitados donde antiguamente, a su sombra y la de otros árboles, se llevaban a cabo los concejos.

Su principio activo más importante, el taxol, se encuentra en grandes concentraciones en las hojas, siendo peligrosa su ingestión no sólo para los humanos, sino también para el ganado vacuno o caballar, en los que produce una muerte muy rápida; aunque paradójicamente, fue investigado en los laboratorios y se utiliza hoy en día en algunos preparados como agente antitumoral.

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