domingo, 20 de mayo de 2012

Gabrielle D’Annunzio, placer, estética, fascismo

Gabriele D’Annunzio (1863-1938) fue el gran escritor italiano de su época y uno de los modelos a imitar en la Europa de entresiglos. Pocas veces la vida de un hombre, de un artista, ha tenido tanto que ver con su propia vida. Pensamos en Oscar Wilde o en Valle-Inclán, pero D’Annunzio fue todavía más lejos… Declaró que habia que “vivir peligrosamente” y no dejó de cumplirlo. Desde el amor a la guerra, pasando por la política y la literatura. Todo lo probó y todo o casi todo lo quiso… Sobrevoló Viena como aviador de combate durante la 1ª Guerra Mundial (algo que se tenía por especialmente arriesgado) y ocupó con su ejército la ciudad de Fiume, que hoy no pertenece a Italia sino a Croacia… Dejó a su primera mujer para echarse en los brazos de la más famosa actriz de la época, Eleonora Duse –algo mayor que él- y luego lo contó todo en una magnífica novela esteticista y decadente, “Il fuoco” (El fuego) de 1900…

Sabía que hay mentiras que adornan y ennoblecen, como el título que le concedió el rey (especialmente pensado para él) de “Príncipe de Montenevoso”, cambiar la fecha de su nacimento, o aplicarse una absoluta libertad moral. Quien había sido un peculiar socialista en sus inicios, fue luego un protofascista, amigo de Mussolini, que temía sus salidas de tono y su voraz independencia. Retirado en “Il Vittoriale”, una espléndida mansión (que hoy se visita) junto al lago de Como, Mussolini comentó al jefe local del Fascio, que al gran D’Annunzio todo le estaba permitido, menos –a ser posible- hablar en público. Y así el gran escritor melancólico y sensual, que unos días vestía de uniforme y otros de monje, pedía cocaína o señoritas que harían el papel de vírgenes consagradas a Venus… D’Annunzio murió fulminantemente el 1 de marzo de 1938, y el Duce decretó para él unos solemnes funerales de Estado, porque era el gran héroe y el gran poeta de la patria, aunque su último libro en vida “Cento e cento e cento e cento pagine del libro segreto di Gabriele d’Annunzio tentato di morire” (el título es exactamente así de llamativo) está lleno de una muy cultivada tristeza y no poco desengaño… Sus novelas y parte de su poesía simbolista, algo de su teatro como “El martirio de San Sebastián” (escrito en francés y con música de Debussy) son, sin duda, obras maestras y muy poderosas, que nos hacen notar –en un caso parecido al de Céline, pero muy diferente- que la calidad literaria puede estar cerca y lejos de un hombre, que huyó de Italia a París, en la “Belle époque”, perseguido por amantes despechadas y acreedores airados, y que, años después, aplaudió el expansionismo mussoliniano y la invasión de Etiopía, con una obra cuya título “Amplector te, Africa” (en latín, Te abrazo, África) es la frase que se atribuye a Julio César al desembarcar en ese continente. El fascista podía y debía ser un esteta, algo propio de quien dijo: “Soy falso, pero sinceramente falso”, usado como título por la preparadora de un muy grato volumen, “Crónicas literarias y autorretrato”, editado por Fórcola, donde en realidad Amelia Pérez del Villar nos lleva a descubrir a D’Annunzio y sus ricas contradicciones, a través de su prólogo, algo de autobiografía y unos cuantos artículos sobre poetas o novelistas a los que amó, desde Dante a Wagner, pasando por los románticos ingleses enterrados en el cementerio protestante de Roma (Shelley y Keats). Un genio del exceso, que vale la pena.

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